Sor Juana de San Antonio, misionera en Oceanía

El 8 de septiembre fue una fecha muy importante para Juana Ximénez Gallega, Sor Juana de San Antonio. Un 8 de septiembre de 1608 era admitida en el convento toledano de Santa Isabel de los Reyes. Trece años después, el 8 de septiembre de 1621, en el convento franciscano de Nuestra Señora de Loreto, en Sampaloc, localidad próxima a Manila (Filipinas, en el continente de Oceanía), profesaba como monja clarisa: hacía los votos perpetuos. Nuestra chocera más ilustre tuvo una vida apasionante, marcada por su vocación de entrega a Dios. Fue una gran escritora mística, a quien perfectamente podemos comparar con Santa Teresa de Jesús y con Sor Juana de la Cruz, la Santa Juana. Sor Juana, la «Juanica» como la recuerdan cariñosamente en Santa Isabel, nos ha dejado una extensa obra literaria y varias cartas manuscritas, que escribió a su antiguo convento toledano, siendo ya abadesa en Manila.

No tenemos un retrato de Sor Juana, este es un dibujo antiguo de una monja clarisa, donde vemos cómo era su hábito.

Su vida entera fue excepcional, pero sin duda su mayor gesta fue haber fundado, junto a la Madre Sor Jerónima de la Asunción y 8 religiosas más, el primer convento de monjas clarisas en Filipinas. ¡Tras un largo viaje de más de 15 meses! Salieron de Cádiz, llegando hasta el Puerto de Veracruz en México. Atravesaron durante meses, en mulas y a pie, ese país americano, hasta llegar a Acapulco, donde zarparon en un Galeón de Manila, que les conduciría finalmente a su destino, Filipinas.

Infancia y adolescencia

Sor Juana de San Antonio nació el 1 de febrero de 1588 en Chozas de Canales (Toledo) y falleció el 15 de julio de 1661, con 73 años, en Manila. Fue bautizada en la Parroquia de Santa María Magdalena, en la localidad donde había nacido, el 10 de febrero de 1588. Es hija de Miguel Ximénez y de su mujer, Isabel Gallega. Ofició la ceremonia el Padre Francisco Nieto, como reza en su Partida de Bautismo. Álvaro Valdés Mogín localizó dicha partida en nuestro Archivo Parroquial. Y lo dejó escrito: «Juana Jiménez hija de Miguel e Isabel fue una monja célebre, de las primeras misioneras de Oceanía (Manila). Nació en 1588. Se descubrió su partida el 30 de noviembre de 1957. Álvaro Valdés Mogín«. El Párroco en dicha fecha, D. Pablo Cortés Silbán, debió realizar y sellar de manera oficial dicho descubrimiento, con un pequeño documento que reza: «Partida de Bautismo de Sor Juana de S. Antón. 3 de Febrero de 1588. 1º Libro de Bautismo. Folio nº 86«.

Indica el párroco que la fecha de bautismo fue el día tres de febrero, cuando en realidad fue el día diez de dicho mes. En la partida pude observar una letra d de diez, y no de una t de tres -como interpretó quién escribió el documento-, una confusión que tiene que ver con la difícil interpretación de la letra del párroco que bautizó a la recién nacida Juana, D. Francisco Nieto. Posiblemente Don Pablo escribiera este documento, rubricado con el sello parroquial. Puso «de S. Antón», cuando en realidad el nombre con el que profesó fue el de San Antonio.

A la izquierda, Juana de Miguel Ximénez. «A diez días del mes de febrero de este año bauticé a Juana, hija de Miguel Ximénez y de su mujer, Isabel Gallega…» La letra es la misma cuando pone diez y cuando escribe días. En la siguiente línea comienza con la t, (de -ticé), como una cruz.

La infancia de Juana tuvo lugar en el pueblo, donde desde que era bien pequeña vislumbraron que era una niña muy especial, con episodios singulares y dignos de asombro. Su madre la enseñó a trabajar en las tareas domésticas, desde los 4 años. Enseñanzas que después le servirían para realizar todo tipo de oficios a lo largo de su vida. Fue una gran trabajadora, y no sólo en lo espiritual.

No había cumplido los 9 años cuando oyó que un joven del pueblo la pedía en matrimonio a su padre, para más adelante. Ella tenía bien claro que quería dedicar su vida a Dios y con ayuda de una vecina huyó a Toledo, alojándose en casa de unos conocidos de esta, muy piadosos. Tras 8 años viviendo y trabajando en esa casa, cuando falleció ese señor, quedó en una situación de necesidad extrema. Su padre había intentado en reiteradas ocasiones volverla a llevar al pueblo, pero ella se negaba, una y otra vez. Después de la estancia en esa casa toledana, ingresó un poco «milagrosamente» en el Colegio de Nuestra Señora de los Remedios, conocido como el Colegio de Doncellas Nobles, fundado por el Cardenal Arzobispo de Toledo, Don Juan Martínez Silíceo. Fue propuesta para ingresar por el propio Rey de España, Felipe III, cuya carta fechada y sellada por el monarca, consta en su expediente. Tenía en ese momento 16 años.

En el costado izquierdo, del monumento funerario del Cardenal Silíceo, en el Colegio de Doncellas Nobles (Toledo), están representadas algunas de las aspirantes a ingresar en la Institución, en el momento de la entrega de sus credenciales.

Dicha Institución tan especial de enseñanza, formaba a doncellas cristianamente para el matrimonio. Las jóvenes aprendían a leer y a escribir, así como otras labores domésticas. Allí permanecían en una especie de semi «clausura» hasta el momento en que se casaban. Lo hacían con una dote especial por parte del Colegio. Si las doncellas decidían ser monjas, no recibían dote alguna. Eso le ocurrió a Juana, que permaneció en él cerca de cuatro años, desde finales de 1604 o principios de 1605 hasta los primeros días de septiembre de 1608.

Saber más: Sor Juana de San Antonio, alumna en el Colegio de Doncellas Nobles

Juana conoció en el Colegio al trabajador que realizaba las tareas del jardín, que a su vez trabajaba en la Huerta del Convento de Santa Isabel de los Reyes. A él le pidió que les transmitiera a las monjas su deseo de ingresar en dicho convento. Con su intervención, consiguió su objetivo.

Las monjas clarisas, al conocer su deseo la admitieron. Juana ingresó en el convento de Santa Isabel de los Reyes el 8 de septiembre, por la tarde, fiesta de la Stma. Virgen, del año 1608. Tenía 20 años. Enviaron del convento a por ella y nos lo cuenta la propia Juana así, en uno de sus primeros libros («Noticias de la verdad»): «entré en aquel santuario con mucho gusto de la Señora Doña Juana de Toledo, Abadesa, y las demás monjas, todas me abrazaron con mucha caricia, dándome mil bendiciones. Llevaba razonable disposición, acompañada de contento y buena determinación de abrazar cualquier dificultad en servicio de Dios. Lleváronme al coro, allí ante el Santísimo Sacramento hice sacrificio nuevamente de mi alma y cuerpo. Renováronse todos mis deseos. Recibí allí muy grandes mercedes, como su Majestad bien sabe y ahora voy conociendo. Invistíome una gran presencia, suya que me amparó hasta el día de hoy…«

En el coro del convento, entró a formar Sor Juana de San Antonio parte de la Comunidad, de una manera un tanto especial.

Juana había conseguido ver cumplido su deseo, por fin. Ingresó en el convento de Santa Isabel, pero… no podía tomar el hábito de novicia, porque no tenía dote, condición esencial para poder hacerlo. En el Colegio Silicio, de dónde salió, como adelántabamos antes, no daban dote a las doncellas si en lugar de casarse ingresaban en un convento, según las propias normas de la Institución. Y sus padres, mucho menos podrían haber acudido a socorrerla económicamente. Nunca estuvieron conformes con su decisión, y además habían dejado de ser unos agricultores muy pudientes, dado que tuvieron que afrontar distintos reveses de fortuna, por una serie de malas cosechas, que les acontecieron nada más dejar el pueblo Juana.

San Francisco de Asís y Santa Clara, en el Museo del Convento de Santa Isabel de Toledo.
En el refectorio del convento, convertido hoy en museo, al fondo una bella pintura mural de la Última Cena, con Santa Clara a la izquierda y San Francisco de Asís a la derecha. Allí comían en comunidad mientras alguna de las hermanas y por turno, leía a díario algún libro religioso o de vidas de santos.
El púlpito, desde donde se leía.
En el Museo del convento de Santa Isabel, Sor María la Pobre, Fundadora del mismo, que logró apagar un incendio y se convirtió en gran protectora frente al fuego.

Por lo uno y lo otro, la joven Juana no pudo llevar el hábito de novicia de forma oficial, en este convento toledano de la Segunda Orden de Santa Clara, que tan bien la había recibido. Ella llevó el hábito por devoción privada, y vivió en comunidad, guardando particularmente los votos y practicando todas las virtudes de las demás religiosas en grado heroico. En ese momento, Sor Jerónima de la Asunción era la maestra de novicias.

Patio del Convento de Santa Isabel, donde Sor Juana de San Antonio pasaría muchas horas, a lo largo de los 12 años que vivió allí.

De Toledo salió por fin como novicia

En Filipinas solicitaron durante años al Rey de España (Felipe III) la apertura de un convento de clarisas. Por fin las Patentes y  Cédulas Reales precisas para poder hacerlo se leyeron en el convento de Santa Isabel el lunes 27 de abril de 1620, ese mismo día con gran solemnidad se dio el Hábito como novicia a Juana de San Antonio, entregándole la abadesa, Estefanía Manrique,  el velo blanco. Tenía 32 años. Llevaba en el convento 12 años. Sor Jerónima de la Asunción la había aceptado en el grupo para viajar con ella a Manila. De ese modo pudo hacer su ingreso como novicia sin la dote necesaria, porque se marchaba al día siguiente con la Madre Jerónima, para fundar en Filipinas un convento de la Primera Orden de Santa Clara (con votos de pobreza y que no iba a precisar ninguna dote, como era el deseo de Sor Jerónima).

Salieron el 28 de abril de 1620 en dos carruajes prestados por el rey, tirados por mulas. A Sor Jerónima que hacía grandes ayunos y disciplinas, tuvieron que obligarla a tomar un trozo de pollo, que vomitó rápidamente. Se alimentaba de pan, agua, frutas y hierbas, y ya estaba enferma un año antes del viaje. Temían que muriera durante el trayecto, porque estaba muy delgada y débil. Fray José, el franciscano que las acompañaba le recordó la regla de obediencia para que accediera a tomar algo más nutritivo durante el viaje. Y lo aceptó resignada.

Fueron a Mora y de Mora a Córdoba. Después a Sevilla, al Convento Franciscano de Santa Clara la Real, donde pasaron las siguientes 6 semanas. Se corrió la voz de que había en el convento una santa toledana y los sevillanos acudían hasta él para poder verla e intentar tocarla.

Retratada por Velázquez

No la pintó a ella, pintó a su Madre Superiora. Fue durante su estancia en Sevilla donde un joven Diego Velázquez pintó al menos dos cuadros de Sor Jerónima, para el convento toledano. Uno de ellos podemos verlo porque lo adquirió en 1944 el Museo del Prado. Las monjas toledanas querían conservar la imagen de la madre Jerónima, a la que veneraban y tenían por santa.

Al cuadro, en la parte inferior se le añadió una leyenda explicativa. En ella se menciona a las monjas que salieron con Sor Jerónima desde Santa Isabel.

Posteriormente se le añadió a los cuadros: Este es verdadero retrato de la Madre Doña Jerónima de la Fuente, Religiosa del Convento de Santa Isabel de  los Reyes de Toledo, Fundadora y primera Abadesa del Convento Santa Clara de la Concepción, de la primera regla, de la Ciudad de Manila en Filipinas. Salió a esta fundación a la edad de 66 años.  Martes veintiocho de Abril de 1620. Salieron de este convento en su compañía la madre Ana de  Cristo y la madre Leonor de San Francisco, religiosas, y la hermana Juana de San Antonio, novicia. Todas personas de mucha importancia. Para tan alta obra. En los dos cuadros de la madre Jerónima, pintados por Velázquez figura el nombre de Sor Juana de San Antonio. Quisieron que constara en dichos cuadros de la madre abadesa todos los nombres de las religiosas que salieron de Santa Isabel, con ella. En realidad cuando Sor Jerónima salió de Toledo sólo tenía 64 años, por lo que tal vez pusieran la edad que tenía cuando se agregó la leyenda en el cuadro.

En la segunda línea, si lo miramos desde abajo, en este fragmento del cuadro, se observa el nombre de Sor Juana de San Antonio.

Podemos ver el cuadro y leer la larga leyenda, en el museo. Aquí he seleccionado su parte inferior, con el nombre de Sor Juana de San Antonio, ¡sobre un cuadro pintado por Velázquez, nada menos! Está ubicado en una sala muy próxima a la que es de las más visitadas del museo, donde encontramos el famosísimo cuadro de Las Meninas. El retrato muestra a la Madre Jerónima de pie sosteniendo un crucifijo con la mano derecha y un libro de oraciones en la izquierda, con gesto enérgico. Se trata de un óleo sobre lienzo, 160 x 110 cm, que se exhibe en la Sala 10. Se hizo, se hicieron (hay al menos otro más) para que las monjas toledanas pudieran contemplar la imagen de la madre ausente, a la que tenían por santa y a la que tanto iban a extrañar. Lloraron mucho por su marcha.

En el otro retrato, el que se conserva en una colección privada, que es muy similar al anterior, puede contemplarse la filacteria original (una cinta con un texto impreso) con la inscripción Satiabor dum gloria… ficatus verit, que aparecía también en el cuadro comprado por el Museo del Prado, pero en la pinacoteca más importante en España la borraron pensando que había sido pintada a posteriori, y que no era de Velázquez.

En el cuadro que hoy forma parte de la Colección Privada de Fernández de Araoz se conserva la filacteria original, que pone «En su gloria está mi verdadera satisfacción».

En la parte superior, una inscripción que dice: «Es bueno esperar en el silencio la salvación de Dios». Al principio de estar en el convento toledano, el retrato se atribuyó a Luis Tristán. Más tarde, al restaurarlo con motivo de la exposición franciscana de 1926, apareció la firma y la fecha original, de Velázquez. El largo cartel inferior con explicaciones y los nombres de las monjas, mencionado arriba, fue claramente un añadido, posterior al pintor del Siglo de Oro español. En el convento de Santa Isabel de los Reyes cuentan con una réplica del cuadro, en su clausura. También conservan réplica del mismo en el convento de Quezon City

De Sevilla se dirigieron al convento de Santa Clara de Jerez y después a Cádiz, donde vieron por primera vez el mar. Ya en Cádiz, por fin embarcaron en un barco mercante llamado Nuestra Señora del Rosario, de la Flota de la Nueva España. Ya dentro del barco tuvieron que esperar 3 días, hasta el momento de zarpar. Un primo de Sor Jerónima, Alonso de Herrera, les llevó provisiones, al igual que las monjas de Cádiz. Y toda esa comida con que las obsequiaban, antes de zarpar, ellas la repartieron entre todo el pasaje y los marineros.

Emprendieron finalmente rumbo a su destino. Ocuparon posiblemente una cabina en la popa, dado que era la zona reservada para las órdenes religiosas. Iban a tener que soportar durante el viaje, fiebres intermitentes, mareos, un calor extremo, miedo a naufragar, tormentas y mares embravecidos, escasez de agua y de comida… Podemos decir que no lo hicieron ligeros de equipaje. Entre toda la comitiva se les permitió llevar 5 toneladas de libros y ropas, lo que vendría a ser 1457 kg ( 121 kg por persona), en un grupo de 12 pasajeros cuyos nombres conoceremos más adelante. Llevaban artículos litúrgicos, colchones, ropa de cama, menaje y muchos alimentos para el viaje (150 gallinas vivas (tres gallineros), 8 ovejas, 24 jamones, 544 kg de galletas, pescado seco, conservas, arroz, tinajas de aceite y otras con vino. También rollos de lana para hacer hábitos, lino para sábanas. Los pasajeros solo recibían agua, sal, leña para cocinar y acceso a 1 o 2 cocinas comunitarias, con diversos fogones.

Vestían largos hábitos de lana y toca que les cubría la cabeza, el cuello y los costados de la cara, como hemos podido ver en el retrato de Velázquez. Y por si fuera poco, se pusieron un velo para ocultar su rostro. Sor Juana llevaría un hábito similar al de su madre abadesa, pero con velo blanco de novicia.

Un viaje de más de 15 meses

Desde su salida de Toledo hasta su llegada al puerto de Bolinao, en la isla de Luzón, en Filipinas, iban a transcurrir algo más de 15 meses. Según distintas fuentes zarparon en julio o principios de agosto de 1620. En total, emplearon en este asombroso viaje 1 año, 3 meses y 9 días. Surcando en primer lugar el Océano Atlántico, y tras atravesar México, el Océano Pacífico. En la primera etapa, tras su partida en Cádiz navegaron durante meses hacia América. Desembarcaron en el puerto de Veracruz, y tras 85 jornadas, llegaban a Ciudad de México (410 km), la capital. Antes habían realizado una parada técnica en la Isla de Guadalupe (las Antillas Menores francesas).

Caminando o en mulas, las monjas tomaron el camino de Posadas o Camino de Ventas, desde Veracruz. Pasaron por el asentamiento español de Xalapa, después fueron a Perote, México City (Ciudad de México), Cuernavaca y el puerto de Acapulco, su último destino en tierras mexicanas. Cuando salieron para México City cogieron la calzada de Guadalupe y se detuvieron en el Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe, pasando la noche allí. La biógrafa de Sor Jerónima, Ana de Cristo, fue la primera religiosa en dejar escrito en español la aparición de la Virgen y la huella milagrosa que dejó después en el manto de Juan Diego, sin mencionar su nombre. La Virgen María se había aparecido en aquel lugar a un indio, donde está levantada la capilla, entre dos peñascos, y le pidió que en aquel lugar se debía levantar una iglesia.

Donde había posado sus pies la Virgen brotó agua fresca. Ana de Cristo dice que probaron el agua y les supo salada. Y cuenta que unas beatas que cuidaban la capilla les contaron que la Virgen le pidió al indio un manto de tela que le cubriera de la cabeza a los pies. La imagen de la Virgen quedó impresa en dicho manto y se lo devolvió al indio, diciéndole que se expusiera en ese lugar, en el que haría muchos milagros.

Este episodio de su visita al Santuario de la Virgen de Guadalupe, y del milagro de la imagen de la Virgen en el manto del indio, me ha recordado que las monjas toledanas también llevaban entre sus posesiones unos rosarios milagrosos y «cuentas tocadas», de la Santa Juana (1481-1534), del monasterio de clarisas de Cubas de la Sagra (Toledo). Sor Juana de la Cruz, era una monja a la que ellas admiraban. Estos rosarios y estas cuentas que llevaban, y que procedían de la Santa Juana, fueron de gran importancia para nuestras monjas, a lo largo de todo su viaje. Y sirvieron desde para aplacar el mar embravecido, cuando parecía que iba a hacerles naufragar (echando una cuenta al mar); como para curar a la podre Madre Jerónima, cuando estuvo en serio peligro de muerte. En especial dichos rosarios fueron muy importantes durante su trayecto desde Acapulco hasta Filipinas, mientras surcaban la última fase y también la más dura.

Te ampliamos la historia de los rosarios en el siguiente enlace:

Los rosarios milagrosos de la Santa Juana

Una comitiva de 12 personas

Ahora ya sí podemos hablar del total de la comitiva transoceánica, porque las dos últimas incorporaciones tuvieron lugar en México. Toda la comitiva embarcó en un Galeón de Manila, de nombre San Andrés, en el puerto de Acapulco. Veamos:

  • Sor Jerónima de la Asunción (1556-1630)
  • Sor Ana de Cristo (1565-1636)
  • Sor Leonor de San Francisco (1583-1651)
  • Sor Juana de San Antonio (1588-1661)
  • Sor Luisa de Jesús (1556-¿?)
  • Sor María Magdalena de la Cruz (1575-1653)
  • Sor María Magdalena de Cristo (1594-¿?)
  • Sor María de la Trinidad (¿?-1621)
  • Sor Leonora de San Buenaventura (¿?)
  • Sor María de los Ángeles (¿?)

Las cuatro primeras, habían salido del convento toledano de Santa Isabel: Sor Jerónima de la Asunción, había nacido en Toledo. Contaba con 64 años cuando emprendió el viaje. Sor Ana de Cristo, la primera biógrafa de la abadesa, era natural de Getafe, Madrid. En dicha fecha tenía 55 años. Sor Leonor de San Francisco, era de Corral de Almaguer, Toledo. Tenía 37 años. Sor Juana de San Antonio, nacida en Chozas de Canales, Toledo, como bien sabemos. Emprendió el viaje con 32 años y lo hizo como novicia. Profesó nada más llegar a Filipinas.

Sor Luisa de Jesús, era de Sabiote, Jaén. Salió con 64 años, como Sor Jerónima. No hizo los votos hasta llegar a Filipinas. Del Convento de Santa María de la Cruz, en Cubas (Toledo) -el de la Santa Juana-, fueron dos religiosas que tenían el mismo nombre: Sor Magdalena de la Cruz, nacida en Pinto, Madrid. Contaba 45 años. Fue la amanuense (persona que escribe lo que se le dicta, en su caso) de Sor Juana de San Antonio. Y Sor Magdalena de Cristo, se desconoce de dónde era natural. Tenía 26 años, era la más joven, seguida de Sor Juana de San Antonio. Sor María de la Trinidad, procedía del Convento de Santa Clara de la Columna, Belálcazar (Córdoba). Fue la que perdió la vida durante la etapa final del viaje. Y las dos últimas, se unieron a las fundadoras en México, procedentes del convento de la Visitación (Santa Isabel), en Ciudad de México. Se desconoce dónde y cuando nacieron. Sor Leonora de San Buenaventura, era la Vicaria del convento mexicano y Sor María de los Ángeles era enfermera. Sólo pudieron sumarse ellas dos, muchas más monjas quisieron hacerlo, pero no pudieron, porque no tenían más plazas disponibles.

Las acompañaron durante el viaje Fray José de Santa María, su escolta y padre confesor, y otro fraile franciscano, Francisco de Granada. Durante el trayecto cayó muy enferma Sor María de la Trinidad. El 11 de abril advirtieron que tenía mucha fiebre y diarrea, 5 días después fallecía. Fue arrojada al mar, con la correspondiente ceremonia religiosa, vestida con su hábito, y con salvas, en lugar de toque de campanas. Los mismos síntomas de Sor María de la Trinidad, o peores, tenía en ese momento Sor Jerónima. Fue un milagro que no falleciera.

Llegaron a su destino el 5 de agosto de 1621: El Puerto de Bolinao, en la isla de Luzón. Fueron transportados en literas por habitantes del lugar hasta su primer destino. El 31 de marzo de 1621 había accedido al trono Felipe IV. En en el rancho de San Palóc, hoy Sampaloc, el 8 de septiembre de 1621, Sor Juana de San Antonio, la primera novicia de la Fundación en el continente de Oceanía, en las islas Filipinas, profesó como monja clarisa, con 33 años.

Altar de la Capilla del Convento de Santa Clara en Manila.
Vista de la Iglesia del Convento de Santa Clara de Manila. Aparece detallado así: Número 1, rejas del coro; 2, puerta de la iglesia; 3, confesionarios; 5, púlpito. Una de las imágenes más antiguas. Falta el número 4.

El día antes del de Todos los Santos se dirigieron por fin a los edificios que iban a conformar su convento en la capital, Manila. Dicho convento, con lo muchísimo que les costó llegar hasta allí para fundarlo, y las muchas dificultades que tuvieron que superar después, a lo largo de los años, fue arrasado totalmente durante la Segunda Guerra Mundial, atacado por los japoneses y por los americanos. Fallecieron en los bombardeos algunas monjas. Tuvieron que construirlo de cero, en otra ubicación, Quezon City.

Sobre la placa de la tumba de Sor Jerónima, una réplica del famoso cuadro de Sor Jerónima de la Fuente (Sor Jerónima de la Asunción) pintado por Velázquez.

Vivió como una santa, la tuvieron por santa, en los tres continentes, y falleció como una santa. Tumbada sobre el suelo, como el fundador, San Francisco de Asís. «En olor de santidad». Fotografías, gentileza del Juez Florentino Floro. Wikimedia Commons.

Por suerte se rescataron después los restos mortales de Sor Jerónima de la Asunción y los de otras dos religiosas, cuya identidad se desconoce. ¿Y si uno de esos dos cuerpos fuera el de Sor Juana de San Antonio, su mano derecha? Los tres restos mortales, fueron trasladados y se conservan en el nuevo convento.

Prolífica escritora

Como Santa Teresa de Jesús, sor Juana fue una gran escritora mística, que ha dejado un torrente literario: «Vida y escritos de Sor Juana de San Antonio«, año 1.627 ( 512 folios); Tomo I de “Noticias de la Verdad y vida de Sor Juana de S. Antonio«, de 1.629 ( 470 folios); Tomo II de “Noticias de la Verdad y Luz de los divinos Atributos” año 1.629 (362 folios); Tomo III de “Noticias de la Verdad Luz de los divinos Atributos«, año 1629 (325 folios). Estos cuatro libros fueron dictados por Sor Juana  a la amanuense Sor María Magdalena de la Cruz, mientras hacía sus múltiples ocupaciones, como la de pelar gallinas, a las cuatro de la mañana. En la BNE se conserva otra de sus obras «Revelaciones«,  año 1629 (544 folios), y en el Convento de Santa Isabel hay otro manuscrito de «Revelaciones», de 1636, dictado por Sor Juana a fray Lucas de la Concepción, (663 folios).

Firma autógrafa de Sor Juana: «De vuestra hija y menor sierva Sor Juana de S. Antonio, Abadesa».

Se conservan dos cartas de Sor Juana de San Antonio, a su Comunidad toledana, escritas por ella misma. Una en el año 1653 y otra en 1658, siendo ella Abadesa en Manila. Sor Jerónima de la Asunción había fallecido el 22 de octubre de 1630. Para la Madre Abadesa, Sor Jerónima, Sor Juana de San Antonio se había convertido en su líder e inspiración espiritual, su gran apoyo y mano derecha.

Pese a que podría seguir escribiendo sin parar, tengo que dejarlo para profundizar en todos los asuntos y acontecimientos, más adelante. Me quedan muchos manuscritos por leer y analizar. Mucho por investigar y por escribir. Una enorme tarea que me resulta apasionante. Espero, eso sí, que todo lo que hasta aquí he contado, sirva para que en primer lugar mis paisanos, pero también el resto del mundo, conozcan un poco más a esta ilustrísima e ilustrada hija de Chozas de Canales, que cruzó el Océano Atlántico y después el Océano Pacífico, vivió en 3 continentes, y dedicó su vida a Dios. Falleció el 15 de julio de 1661, con 73 años, en Manila, Islas Filipinas. En el continente de Oceanía. DEP.

Toda mi admiración y mi reconocimiento hacía ella, y hacía Sor Jerónima de la Asunción y el resto de fundadoras

Iglesia parroquial de Santa María Magdalena.

El pueblo de Chozas de Canales, donde nació Sor Juana de San Antonio en 1588, tiene en la actualidad 3 nuevos religiosos. ¿Quieres saber quiénes son? Te lo contamos aquí:

Los tres religiosos de Chozas, en el siglo XXI

Firmado: Dori Rodríguez 08/09/2024

Sobre la autora:

Dori Rodríguez García nacida en Chozas de Canales (Toledo – España). Periodista, Licenciada en Ciencias de la Información, en 1987, en la Universidad Complutense de Madrid. Becaria en el Gabinete de Prensa de Televisión Española. Trabajó en las revistas «Tele-Ticket», «Mucho más», «Cómplice» y «Greca» de la Editorial española Sarpe y posteriormente de la editorial alemana Axel Springer. Seguidamente, siguió su labor en otra editorial española, Globus Comunicación, en las revistas «Bricolaje y Decoración», «Brico», «Cocinar Hoy», «Cocina Semanal», «Decoración clásica», «Casas de siempre» y «Cocina Ligera», donde ejerció de redactora jefe. Actualmente es Directora Adjunta de la revista digital: Nutriguia.com y Directora también de Adoronews.com


Publicado

en

por