Junto a las monjas que salieron del convento de Santa Isabel, acompañando a la Madre Jerónima, se unieron también dos monjas del convento toledano de Cubas de la Sagra, del Monasterio y Santuario de Santa María de la Cruz y la Santa Juana. Eran Sor María Magdalena de la Cruz (1575-1653), que fue la amanuense de Sor Juana de San Antonio, y Sor María Magdalena de Cristo (1594-¿?) . En dicha localidad, Cubas, hubo una serie de apariciones de la Virgen María a la niña Inés Martínez Sánchez comenzando con la que tuvo lugar cuando contaba con 12 años, el 3 de marzo de 1449. Volvió a parecérsele al día siguiente, el día 4 y después el 7 de marzo. La cuarta aparición mariana tuvo lugar el 9 de marzo, después de que la niña por fin se lo hubiera contado a sus padres. En el lugar de esa cuarta aparición se levantó en 1464 un beatario y más tarde, entre 1510 y 1543, se erigió un monasterio. Cuando el 9 de marzo se le apareció de nuevo, la Virgen caminó junto a ella hasta un lugar donde arrodillándose, tomó una cruz que la niña portaba y la clavó palmo y medio en el duro terreno. A continuación la Virgen María le pidió a la niña que debían levantar allí la iglesia de Santa María. Y le rogaba a la pequeña Inés que fuera a la iglesia de Santa María de Guadalupe, en Cáceres, a llevar cuatro libras de cera.
Ya en el monasterio extremeño los monjes le pidieron a la niña que señalara quién se le había aparecido, señalando ella a la Virgen del cuadro más antiguo. En 1464, el beatario estaba terminado, siendo de la Tercera Orden de la Penitencia de San Francisco. La primera abadesa fue la propia Inés Martínez. Treinta y dos años después, el 3 de mayo de 1496 Juana Vázquez Gutiérrez, más conocida como «la Santa Juana» tomó en él el hábito de novicia. Al año siguiente, el 3 de mayo de 1497, hizo profesión solemne, con el nombre de Sor Juana de la Cruz. En 1506 advirtieron en su comunidad que había tenido su primer sueño místico (Sor Juana de San Antonio, años después, también tuvo muchos de estos episodios, que eran como trances, a los que llamó revelaciones).
En 1508 le aparecieron los estigmas a la Santa Juana y se quedó muda durante once días, ella que precisamente era famosa por ser una gran predicadora. El 3 de mayo de 1509, con 28 años, fue elegida como abadesa del beatario de Santa María de la Cruz. Entre sus primeras disposiciones estableció los votos y la clausura. En ese año dejó de ser un beatario de la la Tercera Orden de San Francisco para integrarse en su Orden Regular.
La santa Juana contó con el apoyo del Cardenal Cisneros, que la admiraba, concediéndole este, el 10 de mayo de 1510, el sostenimiento del monasterio con los bienes de la Parroquia de Cubas y nombrándola párroco de Cubas (una mujer nombrada párroco, nada menos). Hasta el propio emperador Carlos V visitó el convento en varias ocasiones. Grandes personajes de la época iban al monasterio toledano a escuchar sus sermones y presenciar sus éxtasis, durante los mismos. Se quedaba como muerta, en trance. Se encargó de transcribir dichos sermones otra monja, Sor María Evangelista, que era analfabeta. Milagrosamente aprendió a leer y escribir para poder copiar al dictado los 72 sermones de la beata, reunidos en el Libro del Conorte, manuscrito redactado a partir de 1509 y que se conserva en la Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. También escribió su biografía. En la Santa Juana se dieron muchos prodigios como el don de la xenoglosia (hablar lenguas que desconocía), el de profetizar, comunicarse con los animales y mantener una relación especial con un misterioso Ángel Custodio llamado Laurel. Y muchos más.
Cuando falleció la Santa Juana, el 3 de mayo de 1534 (otro 3 de mayo, de nuevo, el día de la Cruz) había dejado consolidado el convento de Santa María de la Cruz como uno de los mayores monasterios del país. Importancia con la que perduró hasta su destrucción durante la Guerra Civil Española.
En 1600 el cuerpo de la Santa Juana había sido hallado incorrupto. Durante la Guerra de la Independencia, los restos de la Santa Juana, que estaban reposando en un arca de plata desde 1614, fueron robados por los invasores franceses. En dicho año se había iniciado el proceso diocesano para su beatificación. Cuando más tarde se recuperaron los restos, se depositaron de nuevo en el convento de Cubas, donde permanecieron hasta el comienzo de la Guerra Civil. Para prevenir males mayores, de los que ya habían tenido experiencia, antes de la contienda, los restos se ocultaron, próximos a la cocina del convento.
El monasterio llegó a tener una importancia religiosa similar a los santuarios de Fátima y Lourdes, por las apariciones marianas, con que también había contado. Y por la fama de la Santa Juana. No tenía ideología de ningún tipo, pero fue arrasado por ambos combatientes durante la Guerra Civil. Tras haber superado el ataque de los invasores franceses durante la Guerra de la Independencia, no logró sobrevivir a la Guerra de España. Primero fue asaltado y quemado por uno de los bandos, y después el otro bando utilizó los restos que quedaban, como blanco para realizar sus prácticas de artillería. En 1990 fueron descubiertos y autentificados los restos de la Santa Juana. Hoy se encuentran en una nueva iglesia conventual, en el pueblo toledano de Cubas de la Sagra.
Su causa, para ser reconocida como santa, como tantas otras (la de Sor Jerónima de la Asunción, la de los 5 Mártires de Georgia…), está pendiente de de una resolución en Roma. Se la conoce así como «la santa Juana», pese a que todavía no está reconocida como tal, pero está camino de conseguirlo. En el año 2015, el Papa Francisco la ha dado la distinción de «Venerable Sierva de Dios», lo que supone un primer paso para su beatificación. Celebramos esta distinción que le ha concedido el Papa Francisco a la Santa Juana, ojalá suceda lo mismo con la Madre Jerónima de la Asunción, porque también ha hecho méritos suficientes para conseguir dicho reconocimiento. Y además, dado que en 2030, dentro de 6 años, se cumplirán los 400 años de su fallecimiento. Cuatro siglos ya del fallecimiento de la Madre Jerónima. Y lo mismo deseamos para los 5 Mártires de Georgia, que también parece que su resolución va por buen camino.
En el punto de mira de la Inquisición
La Santa Juana también fue sometida a estudio por la Inquisición. Lo mismo le ocurriría años después a la obra de Sor Juana de San Antonio. En 1610 vió la luz en Madrid la primera edición de la biografía de la monja de Cubas, de Antonio Daza, cronista general de la Orden, con el largo título de Historia, vida y milagros, éxtasis y revelaciones de la bienaventurada Virgen santa Juana de la Cruz, de la Tercera Orden de nuestro Seráfico Padre San Francisco, obra que según indica algún autor estuvo prohibida por la Inquisición, así como las restantes ediciones, hasta ser enmendada en Madrid, en 1614.
Antonio Daza comenzaba su biografía de la beata de este modo: «Cinco leguas de Madrid, Corte famosa de los Católicos Reyes de España, está la villa de Cubas; y aunque pequeña y pobre, felicísima, y muy dichosa, por haber escogido junto a ella la Virgen nuestra Señora su habitación», elección que hizo apareciéndose a una pastorcita de doce años llamada Inés, por la que se erigió el beaterio que luego sería monasterio, como ya habíamos señalado. Una obra, la de Daza, que me gustaría estudiar en un futuro. Así como visitar el monasterio de Cubas. Agendados quedan.
Tirso de Molina estrenó en 1613 y 1614 la trilogía La Santa Juana, y de este interés literario también participó Lope de Vega, que le dedicó un soneto, que novelaba algún episodio de su biografía, cuando como nuestra Juana de San Antonio, la Santa Juana cuando era una quinceañera huyó también de su casa, presentándose en el beatario vestida con ropas de un primo suyo, para evitar el matrimonio que la había concertado su padre. Otro paralelismo, el de esta huida de casa, con la vida de nuestra Juana de San Antonio.
La Diócesis de Getafe dice de ella con orgullo: «El Espíritu Santo la adornó con numerosos carismas para guiar y confortar a las hermanas encomendadas a su cuidado, y a los fieles que acuden a escucharla. Brilla en ella la sabiduría, el don de consejo, el poder de hacer milagros, el don de profecía y el discernimiento de espíritu. Lo mismo en los momentos gloriosos de su vida como en sus últimos años, la Madre Juana de la Cruz vivió profundamente las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), las virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza) y los consejos evangélicos (castidad, pobreza y obediencia), destacando especialmente en ella la prudencia, la mansedumbre o espíritu de dulzura, la compasión y la alegría en el servicio a sus hermanas y a la Iglesia de Dios. Su fama de santidad queda acreditada, entre otras cosas, por el hecho de que el monasterio donde está enterrada, en Cubas de la Sagra, es desde hace tiempo conocido como el de Santa María de la Cruz o Convento de Santa Juana«.
Algunas de sus revelaciones se calificaron como «muy raras»
Este resumen de quien fue la Santa Juana lo hemos querido contar al hilo de los rosarios milagrosos que Sor Jerónima de la Cruz, y el resto de monjas fundadoras del Convento de clarisas en Manila llevaban durante el viaje. ¿Qué rosarios son estos? Lo veremos a continuación. Necesitábamos explicar antes quien fue la Santa Juana, a la que tanto Sor Jerónima de la Asunción, como Sor Juana de San Antonio y el resto de las monjas fundadoras del primer convento de Clarisas en Manila, en 1621, admiraban y tenían entre sus líderes espirituales.
La ortodoxia de la santa Juana cayó en sospechas, se vivían tiempos muy convulsos, por lo que el propio Daza, el autor de esa biografía de título tan largo, para evitar males mayores, solicitó al Consejo de la Santa y General Inquisición, en agosto de 1610 la censura de la biografía que él mismo había escrito, pese a haber obtenido la aprobación del ordinario de Madrid. Ignacio de Íbero, calificador del Santo Oficio, no obstante, dio su parecer favorable, hallando auténticas las revelaciones descritas por la Santa Juana, pese a reconocer que «algunas eran muy raras». Entre estas rarezas se citan la afirmación de la monja sobre el Purgatorio, lugar en el que algunas almas pasan en hielos, ríos o piedras, opinión que encontró autorizada con Santo Tomás de Aquino.
La otra rareza era el suceso milagroso que más caracteriza a Sor Juana de la Cruz, que es el de los rosarios y cuentas que su ángel de la Guarda llevó hasta el cielo y le devolvió bendecidos por Cristo, con notables privilegios e indulgencias. Varios de estos rosarios milagrosos acompañaron a Sor Jerónima y el resto de fundadora, en el largo viaje hasta Manila, traídos por las dos monjas que las acompañaron procedentes del convento de Cubas. Algunos podían ser rosarios originales, de los que la Santa Juana se dice reunió en un cofre, y que desaparecieron llevados por su ángel de la Guarda hasta llegar al Cielo. Cuando volvieron a verlos de nuevo, en dicho cofre, tenían propiedades milagrosas.
Otros de los rosarios llevados en el viaje transoceánico de las monjas, podrían haber sido los que se llamaron «de contacto», por ser rosarios que sólo habían tocado o habían sido puestos en contacto junto a los originales. Adquiriendo por dicho contacto las mismas propiedades milagrosas.
Se sabe que Sor Jerónima regaló uno de dichos rosarios de la Santa Juana a uno de los conventos que visitaron en México, y también que durante el largo viaje, en numerosas ocasiones, hicieron uso de algunas de sus cuentas. Como cuando echaron una de ellas al mar, para superar la adversidad de una terrible tormenta, en la que parecía que el barco iba a naufragar; o cuando poco antes de llegar a Manila, para mantener viva a la propia Sor Jerónima, a la que llegaron incluso a administrar la Extremaunción, recurrieron de nuevo a los rosarios milagrosos. La Madre Superiora estaba muy débil e hizo todo el viaje en cama. Cuando parecía que estaba a punto de fallecer, como último extremo, le administraron a modo de medicina, una cuenta machacada.
Los franciscanos que las acompañaban durante el viaje habían hablado incluso de que si la Madre abadesa llegaba morir, al estar muy próximos a su destino, no la arrojarían al mar (como habían hecho, al principio del viaje, con otra de las religiosas, que se había unido en Sevilla al grupo, Sor María de la Trinidad). La ocultarían para enterrarla al llegar a Filipinas. Y Sor Jerónima, que se hallaba en un estado lamentable, tras ingerir esa cuenta milagrosa machacada, pudo superar esta grave situación, en la que estuvo en serio peligro de muerte. Por fin pudo llegar a su destino, para cumplir, precisamente eso, su destino. Fundar el primer convento de monjas clarisas en Manila (Filipinas).
Firmado: Dori Rodríguez 08/09/2024
Sobre la autora:
Dori Rodríguez García nacida en Chozas de Canales (Toledo – España). Periodista, Licenciada en Ciencias de la Información, en 1987, en la Universidad Complutense de Madrid. Becaria en el Gabinete de Prensa de Televisión Española. Trabajó en las revistas «Tele-Ticket», «Mucho más», «Cómplice» y «Greca» de la Editorial española Sarpe y posteriormente de la editorial alemana Axel Springer. Seguidamente, siguió su labor en otra editorial española, Globus Comunicación, en las revistas «Bricolaje y Decoración», «Brico», «Cocinar Hoy», «Cocina Semanal», «Decoración clásica», «Casas de siempre» y «Cocina Ligera», donde ejerció de redactora jefe. Actualmente es Directora Adjunta de la revista digital: Nutriguia.com y Directora también de Adoronews.com