Me ha encantado visitar recientemente el Archivo Histórico de Protocolos de Madrid (AHPM). En él me he topado además con una exposición muy interesante: «Lo nunca visto«. Y… que conviene que veamos, porque contiene un resumen de datos y documentos que forman parte de la historia de de España y de Madrid. En este momento en que investigo a varios personajes del siglo XVIII, mi visita a este Archivo madrileño me ha aportado toda la documentación que pretendía examinar y, de regalo, esta interesante muestra «Lo nunca visto«.
Así he llegado a «Lo nunca visto«… una escenificación que nos pone en valor la importancia de los escribanos, plasmando a uno del Siglo de Oro, en la ZonaZero del recibidor principal del Archivo Regional de la Comunidad de Madrid. Es ahí donde ahora está esta pequeña gran muestra. «Lo nunca visto» nos cuenta, por ejemplo, numerosas curiosidades que pueden aparecer entre los tomos de los protocolos notariales insertos junto a testamentos, inventarios de bienes o cartas de ventas. Desde naipes, pertenecientes a barajas españolas, a fotografías, planos, dibujos… La exposición en sí, es un buen ejemplo de cómo la Comunidad de Madrid trabaja para hacer más accesible la cultura. De este modo, con esta representación, nos ayuda a que conozcamos que tenemos abiertas de par en par las puertas de la historia. ¡Qué estupendo!
Arriba en el carrusel podemos ver: en una vitrina un tomo de escrituras originales o matrices, que están firmadas por los otorgantes, los testigos y el notario. Recogen el trabajo de un año. Por su valor histórico y legal deben conservarse. La fotografía de Don Pío Baroja, escritor de la Generación del 98, quién falleció en Madrid en 1956. La foto es de Nicolás Muller, y se ve al literato trabajando en su casa. A continuación una fotografía costumbrista de Juan Moya, en 1890, en las inmediaciones del Paseo del Prado (en ella podrían estar mi bisabuela y mi abuela, que vivieron en la calle Relatores, número 8). Seguida de diversas vitrinas, una de ellas contiene documentos de niños de una inclusa, relativos a su bautismo. Vemos también los curiosos signos de identidad de escribanos y notarios, así como interesantes ambientaciones en el recibidor del AHPM.
Beatriz García Gómez, Directora del Archivo Histórico de Protocolos de Madrid, y Comisaria de la Exposición, nos habla, en el catálogo que se ha hecho de ella (que por cierto es gratuito), de estas imponentes cifras: 46.449 tomos de Protocolos notariales, Registros de Consulados de España en el extranjero y Registros de las Contadurías de Hipotecas; datan desde 1504 hasta 1919. Millones de escrituras y manuscritos de más de 3000 escribanos y notarios madrileños que hoy son la mejor fuente para conocer la historia de importantes personajes. Además explica la Comisaria, en un momento dato podrían constituir una importante fuente jurídica, dado que siguen siendo plenamente vigentes, aunque sean documentos del siglo XVI, que son los más antiguos. Atención a ese hecho.
En nuestro Archivo madrileño, en concreto, se custodian Protocolos notariales de los escribanos y notarios de la Villa, sede de la capital desde 1561. Dicha capitalidad hace que grandes personajes del entorno del poder político nacional, dejaran testimonio escrito en forma de protocolos, como el noble dignatario, un gran hombre de Estado, que a mí me ha llevado hasta el Archivo Histórico de Protocolos de Madrid. Y de quién os hablaré más adelante.

«Lo nunca visto» esconde una realidad en esta pequeña muestra, porque partiendo de los protocolos notariales da prioridad a las curiosidades, que le restan seriedad al asunto, pero a la vez lo hacen más ameno para un público general. Como señalábamos antes, entre estos numerosos protocolos hay notas, al margen, que nada tienen que ver, o recortes con dibujos, incluso han aparecido también unos naipes entre folios de varios tomos muy dispares y de diferentes siglos ¿se trata de descuidos?
De La Tarasca a unas mises

Una pieza destacable de la exposición es el magnífico diseño de la Tarasca y gigantes utilizados en la procesiones del Corpus Christi de Madrid, de 1626, a propósito de la escritura de obligación para la reparación de la misma. Como toledana que soy, en mi ciudad es un personaje también habitual de las fiestas con motivo del Corpus Christi, y representa la herejía vencida por la fe, con una bestia del Apocalípsis. La Tarasca toledana incluye a Ana Bolena en forma de muñeca, montada encima, por ser esta, la segunda mujer de Enrique VIII de Inglaterra, la impulsora del cisma anglicano de este monarca con la Iglesia Católica. El rey inglés estaba casado con Catalina de Aragón, hija menor de los Reyes Católicos, cuando tomó una segunda esposa. En España ella, pasó a representar la peor de las brujas.

Entre sus actas notariales, que no tienen carácter contractual, pero que los notarios dan prueba de ello -como cuando los sorteos se realizan ante notario- destaca cuando la revista «Blanco y Negro« organizó en junio de 1903 un concurso de belleza. Se conservan las fotografías de cada una de las mujeres que se atrevieron a participar en dicho certamen, en una sociedad que sin duda se escandalizaría por dicho atrevimiento.

Cada fotografía va acompañada por un lema: como Yo soy, La luz es vida, Cleopatra, Fígaro, Sagrario, Mens sana in corpore sano… La ganadora fue la número 10, la señorita Aureliana Mesa y su lema La belleza está en la mujer.

Expresiones artísticas
Algunos escribanos y notarios muestran que también eran grandes artistas, porque han dejado dibujos de motivos vegetales, tal vez como distracción o por probar la pluma. Era preceptivo hacer unos trazos para anular las hojas y espacios en blanco que quedasen al final de las escrituras y a veces hacían un trazo y se decía Blanca. Para impedir que alguien escribiese algo después. En otras ocasiones en lugar de hacer eso dieron rienda suelta a su creatividad.

Algunos escribanos incluyeron grabados originales de temática religiosa, que no guardan relación con el contenido de los protocolos. Los usaron a modo de apertura de las escrituras ya encuadernadas como portada, a veces. Entre ellos destaca la de Jesús de Medinaceli o Nuestra Señora de Madrid, la Virgen de la Almudena (AHPM. T.15981). Arriba en la imagen, plano de la capilla del Convento de la Encarnación, fundado por el Duque de Lerma y la Orden de Trinitarios Descalzos. Este lugar acogió la imagen rescatada por los Trinitarios en Marruecos de Jesús Nazareno, hoy llamado Jesús de Medinaceli. 1771. AHPM. D.G. 81.
También sin fecha, como los anteriores, el Grabado del Gran Padre San Antonio Abad (AHPM. T.16571); Resurrección de Cristo (AHPM. T.14213): Grabado de la imagen de San Nicolás de Bari (AHPM. DG.17). Existe una gran colección de estampas religiosas, que fue catalogada por Antonio Matilla Tascón, director del Archivo Histórico de Protocolos desde 1972 hasta 1984 (Estampas Religiosas del siglo XVIII. Colección de Archivo Histórico de Protocolos de Madrid»).
Tesoros encuadernados

Pese a que las anécdotas son muchas y muy curiosas, lo realmente importante son los protocolos en sí, un tesoro de información. Lo primero que sorprende es el tamaño de los volúmenes encuadernados. Enormes tomos numerados, con cubiertas en pergamino, con un grosor de unos quince centímetros o más, y cierre de cordones. Recogen las escrituras de un determinado escribano a lo largo de un año. Desde el año 1503 todos los escribanos estaban obligados a encuadernarlas del mejor modo posible, con objeto de que se mantuvieran para la posteridad. Y se mantienen.

A través de estos tesoros encuadernados podemos imaginarnos numerosas páginas de nuestra historia, no sólo de los más pudientes y poderosos. También cantantes, músicos, artesanos y hasta esas mises que se presentaron al concurso de una revista han dejado su huella. Por supuesto, reyes y reinas, nobles, políticos (como el personaje que yo investigo), eclesiásticos acudían a escriturar y protocolizar sus testamentos y asuntos relativos con su patrimonio.
Dibujos, planimetría y heráldica
En contadas ocasiones estos documentos encierran también sorprendentes dibujos, de gran belleza. En algunos documentos se han incluido los planos como en el caso de casas lujosas de vecinos, hasta la Casa Real de la Zarzuela, de Juan de Mora, que también puede admirarse en la muestra.

De 1715 podemos contemplar el árbol genealógico de los ascendientes de Fernando de la Fuente Sánchez Cortés de Monroy, Caballero de la Orden de Santiago (como lo fue el personaje que yo estoy investigando). Así como el de Alonso Dábalos Bracamontte, que también fue caballero de la Orden de Santiago, de 1744. Y el de Atanasio de Ponte Andrade, de 1782.

En el apartado de la exposición A pie de calle encontramos distintos dibujos de inmuebles de viviendas paseando a lo largo de los siglos.

Planos pertenecientes a la fachada del Palacio de la Zarzuela, se incluyeron en la escritura para contratar las obras del mismo, según las trazas del arquitecto Juan Gómez de Mora. 1635. AHPM. D.G.7.1.

El estudio de la heráldica es otro de los motivos por el que los estudiosos e investigadores acuden a este Archivo madrileño. En este caso muchos de los documentos que se conservan tienen que ver con escrituras relativas a los llamados mayorazgos. Se trata de una figura jurídica que se mantuvo hasta que se abolió en 1820, y cuyo objetivo fue proteger los bienes del linaje dentro de su línea sucesoria, de manera que se transmitieran siguiendo un orden en el que el primogénito -el hijo mayor- heredase siempre el grueso del patrimonio. El titular del mayorazgo es el que podía ostentar el nombre, el título nobiliario, y el escudo de armas del fundador del mismo. Entre estas muestras de su rancio abolengo destacan los escudos de armas de Padierna, 1734; el de Asteguieta, 1767; el de los Vivero Navia Villamil, 1609; el de Rojas y Ríos Baraona, 1616; el de Salazar, 1646… y los de los mayorazgos de Calderón y Aranda, de 1608 y del mayorazgo de Tapia y Alarcón, de 1609.

En la imagen superior, Privilegio Rodado de Enrique III de Castilla a Pedro Hurtado de Mendoza en relación al señorío y mayorazgo del Real de Manzanares. 1393. ARCM. Sign. 906426/3. Los Fondos Madrileños del Archivo Ducal de la Casa del Infantado contienen el mayor número de documentos en soporte pergamino conservados en el Archivo y resultan fundamentales para el conocimiento de una casa nobiliaria desde la Edad Media. Nos cuentan en la exposición. Como pudimos ver una maravilla de documento.
Los escribanos y su sello de identidad

Es un oficio, el de escribano, que se remonta a las antiguas civilizaciones de Egipto y Mesopotamia. Los Reyes Católicos sancionaron una normativa que configuraba el carácter y modo de funcionar de los escribanos, hasta que en 1862, por la Ley del Notariado, vigente hasta la actualidad, fue modificada. Los escribanos daban fuerza de ley a los asuntos que pasaban por sus manos. Los elementos para conceder el valor legal a sus escrituras notariales son la redacción de los escritos, la firma, la rúbrica y el signum del escribano. Este último se inspiraba en el crismón -monograma formado por la superposición de las dos primeras letras en griego del nombre de Cristo: X y P- original de cada notario, que acompañaba a cada escritura y la dota de legitimidad ante los que no sabían leer, como se recoge en el catálogo de la exposición. Serían algo así como los logos, sellos o imágenes corporativas actuales.

Tanto el papel como el pergamino empleados para encuadernar los tomos eran muy costosos, por ello utilizaban en ocasiones pergaminos de segunda mano, lo que ha hecho que podamos contemplar y estudiar documentos que hoy tienen gran valor, como cantorales de música litúrgica en gregoriano. Reciclaban, ya entonces. Una costumbre muy sostenible, que no es invención de ahora.
Testamentos y firmas más famosos

Las firmas de grandísimos personajes también han quedado para la historia y su estudio. Podemos observarlas en las distintas escrituras notariales. Sin duda ofrecen infinitas posibilidades para la investigación. Saber que fueron firmados dichos documentos de su puño y letra es una primera aproximación a cada personaje. Felipe II plasmó su firma en una Real Cédula en 1578, Isabel II lo hizo con la suya en varios documentos ante el cónsul español en París. Lo mismo hizo lo más granado de la nobleza representado por la XIII duquesa de Alba, María Teresa de Silva, una mujer que rompió todos los estereotipos de su época, y cuyo testamento de 1797 se conserva en esta institución.
Entre los literatos, el gran Miguel de Cervantes, dejó su firma en la venta de su novela La Galatea, en 1584; Calderón de la Barca dejó en 1653 una escritura sobre su limpieza de sangre; Lope de Vega lo hizo en su primer testamento, que data de 1627, el canario Benito Pérez Galdós la dejó por la venta de derechos de sus obras, que rubricó en 1897…
Y entre las de las féminas, destaca la de Beatriz Galindo, La Latina, dama de corte y amiga de Isabel la Católica, que nos dejó su firma en un poder de 1533 para cobrar un dinero. Concepción Arenal firmó su testamento en 1873, pidiendo un entierro discreto, y Emilia Pardo Bazán plasmó su firma en 1916 en un documento relativo a su título nobiliario.

Entre los artistas destacamos al gran Francisco de Goya del que se conserva su testamento y diversas escrituras, como la que firmó en 1820 relativa a su famosa Quinta del Sordo. El singular Carlo Brosqui Farinelli, el gran castrati, que amenizaba a la corte de Felipe V, firmó en 1759 una escritura en relación con la venta de una casa en Aranjuez…
Personajes de la ciencia, la política y la iglesia también dejaron su firma, como Santiago Ramón y Cajal, en 1898; Práxedes Mateo Sagasta que dejó un poder notarial o Fray Luis de León, que en 1591, dejó su firma como vicario general de la Orden de los Agustinos. El Caballero de Gracia también dejó la suya en su testamento firmado «agravada la persona con los achaques de la senectud», pero con las «competencias de la misma memoria y entendimiento». Dicho documento arranca con su texto en forma de cruz.
Se conserva el testamento ológrafo de María Cristina de Borbón, fechado en 1874, entregado a su muerte en el Consulado de París. Así como el de la emperatriz Eugenia de Montijo, viuda de Napoleón III, que testó en Madrid en 1879, donde al quedarse viuda, residía con su familia en el Palacio de Liria.
Madrileños y foráneos
Y por supuesto, un innumerable mosaico de madrileños y foráneos anónimos (como mi bisabuelo que era toledano) que protagonizaron sus propias vidas y dejaron sus disposiciones, compras, ventas y testamentos firmados en escrituras que se atesoran y conservan en este Archivo Histórico. Alguno de dichos testamentos permanecen todavía cerrados, como el de Alfonsa Escudero, una madrileña que decidió hacer testamento cerrado en 1787. Normalmente en esta modalidad se escribían en puño y letra, y se depositó lacrado, para ser abierto tras su fallecimiento ante el escribano. Nadie salvo ella, Alfonsa, sabe su contenido. Normalmente estos testamentos se conservan ya abiertos, pero este, como curiosidad, permanece aún a fecha de hoy, cerrado y lacrado.
Todos estos testamentos y escrituras notariales esconden grandes y pequeñas historias sin duda apasionantes. Desde el Archivo Histórico de Protocolos de Madrid nos invitan a descubrirlas. Nosotros también os invitamos a hacerlo… y a visitar «Lo nunca visto«, porque tienes que verlo, y recoger el interesante catálogo de la muestra. Ambos, exposición y catálogo, son gratis…
De interés
El origen del Archivo Histórico de Protocolos de Madrid se remonta al Archivo de Escrituras Públicas creado en 1765 por el rey Carlos III con el objetivo de recoger los protocolos de escribanos fallecidos en manos de comunidades y personas particulares. En él se recogen las escrituras públicas una vez que cumplen los 100 años de antigüedad.
Desde noviembre de 2015 el Archivo Histórico de Protocolos se establece en la misma sede que el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid, en el complejo «El Águila», en la calle Ramírez de Prado, 3. Desde enero de 2025, este antiguo Archivo se encuentra en el seno del nuevo Archivo Histórico Provincial de Madrid, creado el 14 de enero por el Ministerio de Cultura de España.
Datos:

- Archivo Histórico de Protocolos de Madrid
- Archivo Regional de la Comunidad de Madrid
- Archivo Histórico Provincial de Madrid
- Complejo «El Águila»
- Calle Ramírez de Prado, 3 – 28045 Madrid
- Teléfono y Fax: 91 493 64 94
- Visitas guiadas gratuitas, en grupo (7-14 personas) previa solicitud por correo electrónico, miércoles y viernes a las 12.00 horas: ahpm@madrid.org o en el teléfono: 91 420 05 34
- Horario: Lunes a jueves, de 9.00 a 20.00 horas
- Viernes: 9.00 a 14.00 horas
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