También se le conoce como Belén del Príncipe o Belén Napolitano. Está Navidad 2024/25 ha estado dedicado al Palacio Real de La Granja de San Ildefonso, con motivo de su tercer centenario. Cada año tiene una temática distinta. Llevo tres años ininterrumpidos visitándolo.

Los extraordinarios jardines del Palacio Real de la Granja de San Ildefonso están representados por medio de sus elementos más emblemáticos: las esculturas exentas, las fuentes, como la de los Baños de Diana, vista desde una perspectiva de árboles, y la de Dragones, que se muestra en construcción, mientras que el laberinto de carpe y hayas es un ejemplo significativo de su exuberante vegetación.

La representación del Belén la debemos a San Francisco de Asis y a su primera representación de los protagonistas del relato evangélico, en la cueva de Greccio, en Umbría (Italia), en el año 1223. Hace por tanto 802 años, más de 8 siglos. Una tradición que se ha mantenido desde entonces. En España su momento de mayor popularidad se vivió en el siglo XVIII, con la llegada de Carlos III desde Nápoles, en 1759.
A lo largo de los años Patrimonio Nacional ha continuado con la costumbre de montar el llamado Belén del Príncipe, para que pueda ser admirado por toda la sociedad, los madrileños y llegados a la capital desde cualquier parte del mundo.
Como su nombre indica este Belén fue iniciado por Carlos III, para el Príncipe de Asturias, el futuro Carlos IV. Está compuesto por varios centenares de figuras y objetos de origen napolitano y español. Durante el reinado de Carlos IV llegó a componerse de unas 5900 piezas, entre las que se hallaban figuras de importantes escultores, como Roberto Michel, José Esteve o José Ginés.
Con el paso del tiempo este núcleo originario se fue disgregando y, en la actualidad, en Patrimonio Nacional se mantienen únicamente 89 figuras, a las que se añadieron en 2001 un nuevo conjunto de 143, adquiridas en Nápoles, con la intención de mantener la esencia originaria. Lo que supone un total de 232 figuras.


Otra de sus particularidades es que cambia cada año, nunca es el mismo. Con lo que mantiene su esencia y el interés del público en visitarlo. Y otra más, y significativa, es que en el Belén Napolitano siempre se representa la figura del Diablo, que en este caso aparece como en una cueva bajo el mismo portal de Belén. Debe representar un poco el bien arriba y el mal abajo. Me ha parecido ver este año dos diablos, uno entre las ramas y el que está bajo el Portal de Belén.
Como decíamos antes, se le conoce como Belén del Príncipe, Belén Napolitano o el Belén del Palacio Real. Mantiene año tras año su organización, que es la presentación del Misterio, como núcleo principal en torno al cual se desarrollan numerosas escenas, pobladas de figuras de carácter popular, «con cabezas y manos de barro o madera y cuerpos generalmente de estopa, articulados, mediante alambres, que efectúan diversas acciones.
En la Navidad 2024/25, como ya señalábamos antes, el Belén ha estado dedicado al Palacio Real de La Granja de San Ildefonso, con motivo de su tercer centenario. Por eso representando sus jardines también hemos visto numerosa vegetación.
Por la puerta de atrás


Algo que desmerece un poco, la belleza de esta representación, del Belén del Palacio, es que durante los dos últimos años lo dividen en dos salas, en dos rincones de dos salas. Lo que le resta un poco, o un mucho, de belleza. El primer año que lo visité estaba todo el conjunto en una única sala, y la percepción era mucho más bonita. Creo que lo deben hacer por un problema de logística, para acceder a la sala algo mayor, había que entrar por la escalinata principal (mucho más espectacular la visita) y tal vez tendrían que tener algún funcionario más controlando el acceso. Pero sin duda la experiencia de verlo en una única sala era mucho más enriquecedora y además permitía el acceso un poco más majestuoso. Las salas donde se puede ver ahora es un poco como «si entraras por la puerta de servicio» al palacio. Al ser Patrimonio Nacional el que lo organiza, entiendo que es Patrimonio de todos, y que bien podían mantener la sala única. A pesar de que se tuviera que subir por la escalinata. Una experiencia y la otra (la de estos dos últimos años) no tiene nada que ver. ¡Una pena!