¿Por qué el verano es la estación de los amores?¿Realmente se liga más en verano? Psicólogos, sociólogos y otros observadores de la conducta amatoria señalan que en verano hay más ganas y ocasiones. Es verano y lo sabes… O, «yo sé que este verano me voy a enamorar». ¡Venga!
Se acabó el ostracismo invernal. Como cada año, el calor, la luminosidad, los días más largos, ese vestuario intencionadamente más atrevido, juegan una baza crucial. Se desperezan los deseos, las inhibiciones se guardan en el armario, aumentan las posibilidades de nuevos contactos, las tentaciones se pasean impunemente por la calle. El gélido letargo invernal ya está olvidado, la primavera ha puesto en marcha los motores, y un verano más viene repleto de aventuras. Nadie puede resistirse a él.
¿Por qué precisamente los meses de estío son los más proclives para el amor? Existen muchas causas. Antonio Bolinches, psicólogo y sexólogo, nos señalaba en su día una de las más importantes. «Una primera razón estaría relacionada con el clima de interacción, hace más calor, se sale más, por tanto hay más posibilidades de relacionarse con la gente. El calor también implica unos hábitos de vestimenta determinados. ¿Cómo vamos?, con ropas más ligeras, dejamos más partes al descubierto, todo esto estimula, el autoconcepto mejora. La gente se pone más morena, se preocupa más de la línea, los vestidos son más insinuantes, se erotiza el clima interactivo». Los factores climáticos, el frío y el calor, dificultan o favorecen los procesos de excitación sexual, según se puede constatar estadísticamente. «En verano -continuaba afirmando Bolinches- se tiene mayor disposición anímica y física a la interacción sexual. El frío hace que apetezca menos». ¿Quién lo duda?
Otro factor influye poderosamente, el tiempo libre. En invierno, no siempre querer es poder. El trabajo, las preocupaciones, la vida en familia y otros inconvenientes disminuyen las posibilidades de contacto. Si no tienes tiempo, es imposible, por mucho que te sobren ganas.
«En verano se liga más porque se dispone de más tiempo de ocio -resaltaba en este sentido Antonio Pérez Henare, sociólogo, escritor y director del semanario Tribuna, en los 90- lo esencial es que la gente está menos obsesionada por el trabajo. En vacaciones te relacionas con gente de fuera de los circuitos habituales. Hay más ganas de marcha».
También la sensación de libertad se acrecienta: las ataduras, si existen, se hacen imperceptibles o voluntariamente se olvidan. El toque circunstancial inunda nuestra vida con nuevas emociones. «Todo tiene un sentido de eventualidad. Después, muchos de esos idilios son flor de un verano. Cuando se vuelve a la rutina, sobre todo en determinadas edades, cada uno se va a su sitio y esos ligues de verano se rompen», continuaba diciendo Pérez Henares, autor de «La conducta sexual de los españoles» y «Cómo ser infiel sin que te descubran».
Los prejuicios se borran como por ensalmo, las válvulas de escape se abren. «La moral de vacaciones -afirmaba el psicólogo barcelonés Antonio Bolinches- hace que las personas se permitan cosas que no hacen el resto del año, aquello de una cana al aire. Si se lleva todo el año viviendo sin prejuicios, ahora nos decimos ¡ancha es Castilla! También hacemos vacaciones de moral. Sus maletas -las de nuestra moral- y las nuestras llevan distintos destinos. Es el respiro que tenemos que agradecer al astro rey. «Pasamos once meses soñando con unas preciadas vacaciones -destacaba nuestra amiga Blanca Narváez, psicóloga, en su día-, vacaciones de libertad y pasión. El verano significa sueños, deseos abocados a realizarse. Estamos más proclives a la aventurilla y al ligue, porque ensalzan nuestro ego». Las posibilidades también se optimizan. El mar, la playa, la montaña, otra ciudad, el campo, resultan un escenario muy sugestivo, mucho más que el entorno cotidiano.
Profetizar, proyectar y ligar
Si el cuerpo te pide guerra, préstale oídos. Es algo que el psicólogo Antonio Bolinches denomina como la profecía autocumplidora. Es decir, si uno cree que algo va a ocurrir, está ayudando a que ocurra. Después sucumbir a la tentación será casi inevitable. «Cuando la gente descubre sus bellezas, sus imperfecciones, sus delgadeces o redondeces -señala Antonio Pérez Henares- el pecado de la carne florece. Pensar en ese otro pecado, el del dinero, con toda la calima, es bastante duro si enfrente tienes una señora estupenda».
Si psicológicamente nos encontramos deseosos de aventuras, si se ha elegido el escenario más oportuno, si también se han enterrado los fariseos pudores invernales, en cualquier momento saltará la chispa. «El calor actúa como disolvente de los falsos prejuicios -afirma Antonio Gómez Rufo, autor de «Cómo ligar con esa chica que tanto te gusta y a la que le gusta otro»-. El sol ejerce una influencia extensiva que hace que la gente sea más atrevida, hable más, salga más, disfrute de más experiencias.» Después, en cuestiones del amor, del coqueteo, del ligar y cómo ligar, cada maestrillo tiene su librillo. No obstante, son particularmente valioso algunos consejos.
- Para ligar con ese chico que tanto te gusta y al que le gusta otra, o tú, quién sabe…. -en primer lugar hay que ser atrevida -señala Antonio Gómez Rufo- en el sentido de abordarle a él y no ser una espectadora pasiva.» Si esperas que todo te lo den hecho, estás restando posibilidades. ¡Lánzate!
- Utiliza la diplomacia, que es el arte de conseguir hacerle pensar que es él el que ha ligado, aunque en realidad tú no le hayas dejado otra opción. Sé más ladina, utiliza todas tus tretas.
- En tercer lugar, «no vayas de estrecha por la vida», mantiene Antonio Gómez Rufo. A los hombres se les seduce por la bragueta, no por el cerebro. La mujer, no obstante, tiene que ser consciente de que es superior al hombre en todo, física, mental y biológicamente. En general, debe acercarse al hombre dominando, sabiendo que se lo hace con un tío cuando quiere. El hombre sólo se lo hace con una mujer cuando puede.»