No… Qué no, por qué nos cuesta tanto decir NO

Por supuesto que no. Cuando dejes tus ropas por la noche, despójate también de la complacencia que te traiciona, de la pasividad que te limita, del temor que te convierte en esclavo de los designios de los otros. Todo eso que haces y no quieres hacer te resta libertad. Para afirmarte, para ser uno mismo hay que decir que NO. A cambio consigues mantener tu voluntad a salvo. Ser más tú.

Diga usted que no

Cuando el sí es una tumba y no un éxtasis. Desde la más tierna infancia aprendemos todos los comportamientos que se consideran aceptables por los adultos, en primer lugar por los padres. Ser complacientes es casi el primer rasgo diferencial entre el niño bueno y el niño malo. Poco a poco, el niño deja de utilizar tantas veces como quiere la palabra «no», una de las primeras que aprende a pronunciar.

Como principio, debemos ser conscientes de que nadie puede manipular nuestras emociones y nuestro comportamiento si nosotros no lo permitimos. Pero también ser conscientes de que mucha gente intentará por todos los medios que nosotros, más o menos pasivamente, permitamos esa manipulación de nuestras emociones y de nuestro comportamiento.

Caer en la trampa

Todos somos capaces de reconocer -o deberíamos serlo- cuándo nos están manipulando psicológicamente, y, por tanto, tenemos pleno derecho a no aceptar automáticamente los sentimientos negativos de culpa, angustia o ignorancia que el manipulador trata de comunicarnos. Caer por inercia en la trampa es lo más sencillo. Marisa, por ejemplo, recibe la llamada telefónica de su hermana mayor, que le pide que por favor acuda a recoger a su suegra al aeropuerto a las 10 de la noche. A Marisa, por supuesto, maldita la gracia que le hace, cambiar de planes. Esa noche había quedado para ir al cine con unos amigos. Cuando tibiamente intenta exponer sus razones -defender sus intereses-, su hermana, que sabe sobradamente el terreno que pisa -debilidad, facilidad de sometimiento ante el chantaje emocional-, le explica que ella es prácticamente la única persona en el mundo que puede estar esa noche, a esa hora en el aeropuerto. Finalmente, Marisa termina aceptando sin condiciones y hace lo que su hermana quiere que haga.

Un ejemplo todavía más claro: un amigo pide a Ernesto las llaves de su coche. En principio se presenta en su casa como en una de tantas visitas. «¿Vas a hacer algo esta tarde?», pregunta a lo largo de la conversación y sin darle la menor importancia. «Pues no, salvo algún imprevisto», contesta inocentemente Ernesto. «Qué estupendo; entonces no tendrás inconveniente en dejarme las llaves de tu coche: tengo el mío en el taller y debo llevar a Lucía y a los niños a la sierra.» Por dentro, Ernesto se siente perdido, sabe que está perdido, casi tanto como que prestar el coche sería la última cosa que le gustaría hacer en el mundo. En ambos ejemplos han caído en las trampas.

El arte de negar



Para Manuel J. Smith, profesor de Psicología Clínica en la Universidad de California, en los años 90, en Los Ángeles, muchas personas no dicen «no» tantas veces como quieran debido a que carecen de una personalidad que en psicologíaase denomina personalidad asertiva. Las características más comunes de una persona no asertiva, según J. Smith, son la falta de tenacidad en aferrarse a un objetivo frente a la oposición, la excesiva sensibilidad emocional y reacción ante las críticas, ya sean constructivas o destructivas, y la reacción excesiva de angustia y culpa, cada vez que se comete un error. Según estas características, la mayoría de nosotros sólo nos mostramos abiertamente asertivos en aquellas situaciones en que nos enfadamos.

La literatura está llena de «noes» contundentes. Quizá uno de los ejemplos más rotundos es aquel «no» que pronunció un noble italiano del siglo XVIII, Cósimo Piovasco de Rondó, en El barón rampante, de Italo Calvino. El joven Cósimo, harto de los repugnantes guisos que preparaba su hermana mayor, por fin un día se rebeló ante un plato de caracoles. El «no» que en ese momento Cósimo pronunciaba ya no era suficiente y decidió subirse a un árbol. Tras ese gesto de insumisión, vivió entre sus ramas el resto de su vida. 

Tal vez quien con mayor rotundidad haya indagado el sentido profundo del «no» ha sido Albert Camus. Para el autor de «La Peste» no hay mayor rebeldía que decir no. El rebelde al decir no se redime de iniquidad. 

Técnicas asertivas

Las mujeres son especialmente vulnerables a la manipulación emocionoal e irónicamente muy adictas a ella, por eso se vuelcan tanto hacia el afecto y los sentimientos. Lo cual no quiere decir que los hombres sean por naturaleza témpanos de hielo. La película de Jerry Rees Ella siempre dice sí sirve para ilustrar perfectamente ese grado de sometimiento afectivo femenino. Kim Basinger y Alec Baldwin, sus protagonistas, se aman, se odian, se separan… pero al final ella siempre dice sí, y termina casada con él. Matrimonios, separaciones, reencuentros, desengaños se suceden durante ocho años. Lo más sorprendente de todo es que el guión de Ella siempre dice sí está basado en un referente real: la historia de amor del millonario Harry Karl y la actriz Mary McDonald.

J.Smith propone algunas técnicas para empezar a ser asertivos, técnicas que habrían sido de indudable valor para Kim Basinger, en la pantalla grande, o para Mary McDonald, en la vida real. Ser asertivos consiste en comunicar a los demás quiénes somos, qué queremos, qué hacemos, qué deseamos, qué esperamos de la vida. Revelar a los demás información privada acerca de nosotros es un procedimiento muy eficaz, algo que en psicología se conoce como autorrevelación.

La afectividad del sí

El terreno abonado de la afirmación reside en las relaciones afectivas y en las jerárquicas, fundamentalmente. «No siempre se dice sí ni a todo el mundo -afirma Félix Ortega, profesor de Sociología en la Facultad de Ciencias de la Información de Madrid y mi profesor en la carrera de Periodismo, en los 80-; se dice sí a ciertas personas y en ciertos contextos. El subordinado dice sí al superior, la respuesta afirmativa , en este caso, es propia de la relación jerárquica. El superior, de vez en cuando, usa el no para afirmar su posición; a él no se le puede hacer chantaje emocional ni presión.»

En el terreno de la relaciones personales hay una divisoria entre el círculo de los allegados y los que no lo son. «El no es una respuesta concluyente para el que no es su amigo.»

«Vivimos en un mundo en dualidad -aseguraba José Manuel Fernández Amo, médico neuropsiquiatra-. Existe una batalla permanente entre lo bueno y lo malo, lo positivo y lo negativo; por lo tanto vivimos en conflicto.»

El Día del No 

Hay un día del No, una curiosidad. Es una festividad en Grecia (país original de nuestra Reina Emérita, Doña Sofía), Chipre y las comunidades griegas alrededor del mundo, celebrándose anualmente cada 28 de octubre. Conmemora el 28 de octubre de 1940, fecha en la que el general Ioannis Metaxás pronunció su célebre ¡No!

Con el Día del No (Mera tu Oji) los griegos celebran el rechazo a la ocupación italiana el 28 de octubre de 1940, cuando el general Ioannis Metaxás se enfrentó al ultimátum de Benito Mussolini, que le había entregado el embajador italiano en Atenas. Debido al rechazo de Metaxás, las tropas italianas atacaron la frontera griega, lo que precipitó la participación de Grecia en la Segunda Guerra Mundial.  Grecia conmemora  ese día, con importantes desfiles militares.

Consejos para huir del sí

  • Conviene enseñar al niño lo más pronto posible -hacia los 7 años- a hacer frente a las presiones del grupo de amigos. Sólo así, llegado el momento, podrá decir no al alcohol, a las drogas o a las malas conductas o compañías.
  • No tienes por qué ser amigo de todos, ni tiene por qué gustarte lo que todo el mundo hace o pretende que hagas. En la vida es importante contar con la familia, la amistad y la buena voluntad de los demás, pero en algunas ocasiones eso choca con nuestro propio bienestar. Sólo tú puedes defenderte. Si para ello tienes que negarte a sus deseos, no quedará otro camino que hacerlo.
  • No podemos vivir en el temor de herir los sentimientos ajenos, porque nos convierte en víctimas de amigos, familiares y demás allegados, que recurrirán a todo tipo de argucias, trampas o el chantaje emocional para salirse con la suya.

Ya lo sabes… Dí que ¡NO! 


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