Musaraña nadando en la piscina, un simpático mamífero que no conocíamos

Si hiciésemos un test para comprobar cuántas veces «pensamos en las musarañas», seguramente el resultado nos saldría: MUCHAS. Pero ¿sabemos realmente qué son las musarañas? Son mamíferos, de pequeño tamaño, con aspecto similar al de un pequeño ratón o topo. Seguramente las hayas visto alguna vez y pensado que se trataba de un ratón. Yo he visto una en la boca de mi gata Sugus (tranquilos no tiene dientes) y me di un buen susto pensando que mi gata me metía un ratón en el salón. En la fotografía la musaraña que rescatamos de la piscina, está empapada y temblando. Parece un mixt entre topo y ratón, pese a que no lo sea. Si la encuentras no le hagas ningún mal, es un animal muy especial.

Actualmente hay unas 385 especies de musarañas, organizadas en 26 géneros. Son de pequeño tamaño, tímidas (se esconden entre las hierbas), por lo que no las vemos con frecuencia. Son mamíferos, tal vez uno de los de menor tamaño, y con frecuencia son confundidas con roedores, como en mi caso. Son incluso más pequeñas que un ratón. Las más pequeñas son las musarañas etruscas de unos 3,5-5,2 cm de largo y un peso de tan sólo 2,5 gramos. La musaraña de la especie de mayor tamaño apenas mide unos 15 cm. 

Así son estos mamíferos

Seguro que estaría muerta de miedo, además de con frío. Y hasta tendría mucha hambre, dado que necesita comer mucho. Esta musaraña medía unos 5-7 cm contando el rabo.


Su cráneo es largo y estrecho, con un cuerpo alargado y compacto. Destacan por su hocico puntiagudo (que emplean para buscar sus alimentos), ojos muy pequeños y negros, orejas también pequeñas y redondeadas y patas con 5 garras. Encontramos una nadando en nuestra piscina con gran destreza y luego nos enteramos de que son muy buenas nadadoras y que les gusta bastante el agua. Su visión es mala, pero su oído y olfato son muy buenos, para compensar. Como mamífero, su cuerpo está cubierto de pelo en casi toda su anatomía. En su hocico puntiagudo sobresalen unos recios bigotes.

Habitan en casi todo el mundo, en estado salvaje, con algunas excepciones como Nueva Zelanda, Australia, Nueva Guinea y en algunas partes de Sudamérica. Son habituales en zonas templadas, no obstante se adaptan a una gran diversidad de hábitats, con predilección por microhábitats húmedos. Algunas prefieren los desiertos y otras están bien adaptadas a pasar mucho tiempo en el agua. La que encontramos nosotros nadando tan ricamente, debía ser de las que están bien adaptadas al medio acuático. La verdad es que nos sorprendió ver lo bien que nadaba de un lado a otro. Y llegamos a pensar que si ese bichillo, que no sabíamos ni tan siquiera si era de la familia de los topos o de los ratones, se cansaba podría llegar a ahogarse, al estar mojada y sin posibilidad de subir, suponemos, por los gresites. Sus hábitats favoritos son bosques (como en nuestro caso, un bosque de pinos), praderas, zonas montañosas, márgenes de ríos y orillas de lagos.

Menú de musarañas

¿Qué comen? Son grandes comilonas, deben comer con mucha frecuencia, a veces cada dos horas, y grandes cantidades de comida. Tienen una alta tasa metabólica, una de sus principales características. En su menú: insectos, frutos secos, semillas, gusanos, larvas y algunos otros animales invertebrados que encuentran entre las hojas y la vegetación donde se esconden. Algunas especies buscan el alimento bajo tierra, en el agua o escalando árboles. En un sólo día pueden llegar a comer entre la mitad y 2 veces su peso corporal.

Algunas musarañas cavan madrigueras donde guardan alimentos para ir por ellos en otras ocasiones o resguardarse en ellos. No suelen hibernar, pese a que en invierno pueden entrar en una especie de letargo, en el que su peso corporal disminuye muchísimo. Antes de nacer ya han perdido sus dientes de leche. Después a lo largo de su vida sus dientes definitivos son sometidos a un continuo desgaste. Si ese desgaste fuese excesivo, y se quedase sin ellos, una musaraña podría llegar a morir de hambre.

Muchas son vulnerables o están en peligro de extinción




Pueden reproducirse durante todo el año. Cada hembra puede tener hasta 10 camadas anuales. Sus crías precisan un breve periodo de gestación: 17-32 días y se alimentan de leche materna, durante un breve periodo de tiempo

Algunas especies de musarañas están fuertemente amenazadas, como las de las tierras altas de África Oriental, otras están en peligro de extinción y hasta en peligro crítico de extinción. El principal factor que ha provocado la disminución del número de musarañas es la degradación del hábitat, debido a la acción del hombre. Razón de más para no hacerles ningún mal, además son beneficiosas en un jardín y no atacan las raíces, comen gusanos y larvas, lo cual nos viene muy bien.

Pensando en las musarañas

¿Cuántas veces lo has dicho o te lo han dicho? Hacía tiempo que no lo oía, pero sí lo he escuchado mucho, nos lo decía el maestro en el colegio, o nuestros padres cuando en lugar de estar estudiando con el libro abierto, teníamos la mente en cualquier otra cosa. ¿De dónde viene la expresión? Al parecer viene de la agricultura, porque los labriegos cuando estaban en los campos y descubrían una o varias musarañas se ponían a contemplarlas y dejaban de hacer lo que estuvieran haciendo. De ahí vino lo de decirle «deja de pensar en las musarañas», que además era un animalillo insignificante, por el que no valía la pena distraerse. Tras nuestra experiencia, discrepo de este dicho. 

Operación rescate

Nosotros pensamos que el bichillo que nadaba en la piscina tan bien era un topo (y eso que tenía un rabo larguito y sus patas delanteras no eran como las de los topos, sin embargo el hocico tan puntiagudo sí que se parecía). Y consideramos que dejarlo en el jardín tras su rescate de la piscina era poner en peligro las raíces de nuestras plantas. Pese a todo no éramos capaces de matar a ese «supuesto topo». Lo rescatamos con la red para recoger hojas, lo pusimos en un barreño donde vimos que tiritaba de frío (debía llevar bastante tiempo nadando hasta que le descubrimos y la temperatura del agua era de 23-24º), lo pasamos a un envase de plástico y de inmediato lo llevamos a una parcela forestal y no urbanizada, para que se buscase un nuevo hábitat. 

Después descubrimos que lo que habíamos tenido no era un topo, sino una musaraña. Sabiendo eso, podríamos haberla dejado en el jardín, pero teniendo dos gatas en el mismo, habría corrido más peligro de una nueva captura por alguna de las dos. Le deseamos a este pequeño mamífero tan especial, larga vida en su nuevo hogar, que por cierto no está demasiado lejos del nuestro. 

Y ahora sí, os dejamos «pensando en las musarañas», que es un pensamiento interesante, por lo menos mucho más interesante de lo que se quería decir con ese dicho.


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