El hijo de Eulalia. El infante que escandalizó a la corte de Alfonso XIII

Un gran desconocido, un gran personaje. Luis Fernando de Orleans y Borbón, hijo de la infanta Eulalia y nieto de Isabel II, nació infante de España en 1888 pero murió en 1945 despojado de título y honores por decisión de su primo el rey Alfonso XIII, quien no pudo perdonar los escándalos que le convirtieron en uno de los protagonistas más excéntricos de la Belle Époque y de los locos años veinte en París.

«Un auténtico bon vivant, un tipo con enorme sensibilidad aunque con los años, sobre todo en su etapa adulta, también desarrollara un carácter hedonista y caprichoso» a juicio del autor de esta interesante novela histórica, el periodista vasco Eduardo Alvárez.

Pasó de ser uno de los miembros de la familia real más cercanos al joven monarca Alfonso XIII a reinar él mismo tanto en los grandes salones aristocráticos franceses como en los divertidos cabarés y en losburdeles de baja estofa. Fue amigo de los personajes más singulares de la realeza de su tiempo y de ilustres artistas y literatos que formaban parte de su peculiar séquito.

Su desenfreno llegó a convertirse en un gran quebradero de cabeza para la corte española. Homosexual indisimulado, no le faltaron sin embargo riquísimas pretendientes, aunque solo se casaría con la septuagenaria princesa de Broglie que vio cómo su enorme fortuna se esfumaba en apenas unos años de matrimonio.

Esta es la vida de novela de uno de los integrantes más extraordinarios y desconocidos de la dinastía real española, quien murió en el ostracismo debido a sus excesos vitales y que merece abandonar y ese lugar tan ingrato que es el olvido.

Con el genuino ADN de los Borbones

Como decíamos antes, Luis Fernando de Orleans fue un personaje excesivo en todos los sentidos, un auténtico bon vivant, un tipo con enorme sensibilidad aunque con los años, sobre todo en su etapa adulta, también desarrollara un carácter hedonista y caprichoso que se tornó incluso en algo cruel.

El descubrimiento de este infante maldito me ha hecho observar con otros ojos un pedacito de nuestra historia reciente. Fue un miembro muy incómodo para la familia real, pero no más de lo que hoy lo sonotros eslabones de la dinastía. Para mí, Luis Fernando es un símbolo del genuino ADN de nuestros Borbones, con lo bueno y con lo malo.

UNAS PALABRAS DEL AUTOR

 



¿Quién mejor que él para descubrirnos al personaje? Antes de embarcarse en su primer libro, Eduardo Álvarez se autoimpuso una única condición: no escribir sobre un personaje del que ya hubiera publicada una novela. Por eso, al descubrir la figura de Luis Fernando de Orleans y Borbón, de quien, hasta la fecha, sólo existe una biografía, supo que había acertado. «Tiene una vida fascinante. Una vida que ya es, de por sí, una novela», confiesa el periodista.

Si de algo puede sentirse orgulloso el autor de El hijo de Eulalia es de que, aun teniendo todo el envoltorio de una novela, el grueso de los datos que recoge en su libro son extremadamente fieles con respecto a la documentación que existe. De ahí que haya tenido que evitar la tentación de utilizar ciertos aspectos y detalles que no están convenientemente amarrados desde el punto de vista documental. «He intentado no incurrir en excesos de ficción que deformen la realidad. Es muy fácil dejarse llevar por la caricatura, porque él es muy excesivo, pero mi obsesión era intentar reflejar lo más fidedignamente posible lo que yo percibía de él a través de las huellas que han quedado», asegura.

«La convivencia con el personaje ha resultado, por eso, un poco tormentosa», prosigue. «Ha sido complicado seguirle el rastro. Empatizas con él en algunos aspectos, pero en otros te dan ganas de agarrarle por la solapa», comenta el autor entre risas.

Despojado de su título de infante y condenado al ostracismo, de su protagonista Álvarez destaca lo «incomodísimo» que resultó la dinastía. «Nunca se le ha rehabilitado, hasta el punto de que es uno de los pocos miembros de la Familia Real por el que nadie se ha vuelto a preocupar. Sus restos ni siquiera están en España», argumenta. «Hoy sería un personaje muy popular en los medios, pero molesto para la monarquía. A la prensa y al gran público les habría caído seguramente en gracia, pero no a la institución». Habría sido una auténtica mina para programas como Sálvame, Socialité o Ya es mediodía, sin ir más lejos.

SOBRE EL PROTAGONISTA

Luis Fernando de Orleans ha sido para el autor todo un descubrimiento. «Aunque suene algo pretencioso, me topé con su figura casi por casualidad y ese encuentro con su biografía produjo un efecto inmediato en mí, que sólo puedo explicar recordando a aquellos personajes pirandellianos en busca de autor. Fue como si el infante caído en desgracia me instara a contar su historia. Su fascinante vida me atrapó y sentí que merecía la pena contársela a los amantes de la novela histórica.»

El segundo hijo de la Infanta Eulalia ha sido mi compañero inseparable a lo largo del último año y medio de mi vida. Y, siguiendo con mucha dificultad sus huellas, el no muy abundante rastro documental que dejó en su azaroso deambular, he llegado a conocerle todo lo que se ha dejado. Porque el ex infante es alguien esquivo. Creo que en su obsesión por encontrar la felicidad, no llegó a saborearla nunca y que siempre vivió con frustración la pulsión entre la decepción que causó a los suyos no ser lo que se esperaba de él y la desilusión por no poder ser lo que a él realmente le habría gustado, que era ser actor.

Luis Fernando de Orleans fue un personaje excesivo en todos los sentidos, un auténtico bon vivant, un tipo con enorme sensibilidad aunque con los años, sobre todo en su etapa adulta, también desarrollara un carácter hedonista y caprichoso que se tornó incluso en algo cruel. No fue una mala persona, aunque siempre se supo una rara avis y, cuando lo asumió, no dudó en dejarse arrastrar por sus pasiones aunque con ello hiciera daño a terceros. Pagó el precio que siempre pagan los espíritus libres, los heterodoxos, los raros de un mundo en el que hoy, como hace un siglo cuando él vivió, siguen pesando mucho los convencionalismos, las reglas, las etiquetas, nos cuenta Eduardo Álvarez.

«El descubrimiento de este infante maldito me ha hecho observar con otros ojos un pedacito de nuestra historia reciente. Fue un miembro muy incómodo para la familia real, pero no más de lo que hoy lo son otros eslabones de la dinastía. Para mí, Luis Fernando es un símbolo del genuino ADN de nuestros Borbones, con lo bueno y con lo malo.»

ASÍ COMIENZA EL HIJO DE EULALIA

París, 1910

—Magnifiiiique! Magnifiiiique!

Don Benjamín alargaba tanto la i que ninguno de los otros tres integrantes de la compañía podía disimular la risa, ahogada en sorbos de caro champagne. El maître del elegante café bien situado en el barrio de Saint-Germain-des-Prés, tan frecuentado por toda clase de personajes de la bohemia en aquel floreciente tiempo, había ordenado descorchar ya tres botellas de selecto espumoso. Sabía que con la cuenta del infante español no había problema. Al camarero al que le había tocado servir la animada mesa se le hacía la boca agua pensando en la propina.

—¿De verdad, don Benjamín? Quizá en la segunda réplica me he trabado un poco. Los nervios, ya sabe… En cambio, la primera frase hoy me ha sonado más natural que el otro día, ¿no cree? Cuanto más repasamos el texto más seguro me siento.

—Tiene ángel, alteza, créame. Y no son dos parlamentos precisamente fáciles los de su personaje. Fantastiiiique! ¡Brindemos! La obra va a ser un éxito de los que se recuerdan durante muuuucho tiempo.

Solo el infante Luis Fernando de Orleans y Borbón parecía no darse cuenta de la excesiva afectación del director, quien forzaba expresiones en francés que adquirían un tono chirriante con su marcado acento argentino. Los dos actores y la actriz, apenas veinteañeros, que completaban el quinteto disfrutaban de la escena tanto o más que del espumoso, que empezaba a hacer efecto.

—Entonces ¿cuándo empezaremos los ensayos, don Benjamín? Estoy tan entusiasmado…

—Pronto, alteza, muy pronto, en cuestión de una o dos semanas. En cuanto se quede libre el local del que ya le hablé.

—Luis, por favor, le ruego que se olvide de mi título. Aquí solo soy uno más…

—Claro que sí, don Luis, por supuesto, por supuesto… Le aseguro que en Buenos Aires se va a hablar más de su debut que de un estreno de María Guerrero.

La actriz, que miraba embelesada al director, no pudo reprimir una carcajada secundada por sus compañeros, quienes, al quite, camuflaron la chanza con una demostración de alegría y un nuevo brindis:

—¡Por el teatro!

—¡Mucha mierda!

—¡Pero que mucha! —respondió rápido de reflejos el director, que volvió a dirigirse al infante—: Si está de acuerdo, entonces, don Luis, en adelantar los quince mil francos que nos permitirían encargar el vestuario y los telones… No hay tiempo que perder. Ya he puesto el ojo en un par de artistas de Montmartre que son unos genios, alteza…

—Luis, don Benjamín —interrumpió el infante.

—Le van a enamorar, don Luis —subrayó guiñándole un ojo.

—Daré orden a mi secretario para que formalice el cheque mañana sin falta. ¿Como la otra vez?

—Con lo que adelantó ya hemos podido apalabrar el alquiler para dos meses de La Bombonera. No es el nuevo Teatro Colón, pero todo se andará.

El comentario provocó el ardor de los actores, que de pronto se imaginaron sobre las tablas del gran teatro de la ópera bonaerense, que había sido inaugurado en 1908 con un espectacular montaje de Aida, de Giuseppe Verdi, y que en tan poco tiempo había adquirido fama como uno de los grandes templos del bel canto del mundo.

—¡Alcemos la copa! ¡Por el teatro! ¡Por nosotros! ¡Y por el debut del infante de España!

Los cinco al unísono celebraron el brindis de don Benjamín. Emocionado, Luis Fernando de Orleans ya visualizaba su nombre en un precioso cartel pintado en la marquesina de La Bombonera.

 

Sobre el autor

Eduardo Álvarez (Vitoria-Gasteiz, 1976) es periodista. Licenciado en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad del País Vasco y en la de Ciencias Políticas de la Complutense de Madrid, ha sido colaborador en varios medios, como Radio Vitoria, Radio Nacional de España o Europa Press.

En la actualidad es redactor en la sección de Opinión de El Mundo, periódico en el que trabaja desde 2004. Especialista en temas relacionados con la realeza, publica con regularidad informaciones sobre las distintas monarquías de todo el planeta.

DE INTERÉS

Título: El hijo de Eulalia

Subtítulo: El infante que escandalizó a la corte de Alfonso XIII

Autor: Eduardo Álvarez

Editorial: La Esfera de los Libros

Colección: Novela histórica

Fecha de publicación: 6 de octubre de 2021

Páginas: 456 páginas

Precio: 21,90 € 

 

 

 


Publicado

en

por

Etiquetas: